Objetivo: desmantelar el Sistema Nacional de Salud
Si a la lista de medicamentos que dejarán de estar financiados añadimos los recortes que ya afectan a la sanidad y la desmotivación que extenúa la moral del personal sanitario, unos profesionales que velan por la salud de los ciudadanos mientras su poder adquisitivo cae en picado, no es descabellado preguntarse a quién beneficia un caldo de cultivo tan idóneo para que el Sistema Nacional de Salud (SNS) acabe siendo privatizado con la excusa de prevenir su desmoronamiento.
Improvisación y falta de rigor
Ya en el modo en que se ha confeccionado la lista de medicamentos se percibe improvisación y una falta de rigor. Si en un principio se había anunciado que serían 456 los medicamentos afectados, la cifra se redujo a 426 cuando los “expertos” se dieron cuenta de que varios de ellos no estaban financiados desde hacía varios años. Todo un ejemplo de desorganización en la aplicación una medida en la que solo importa ahorrar dinero y, tal vez a más largo plazo, debilitar los cimientos de la sanidad pública hasta que se desmorone el actual modelo.
Medicamentos que “solo alivian síntomas”
El consejero de Sanidad de Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz, y responsable del PP en esta materia, ha calificado la exclusión de los 426 fármacos como “un paso muy importante” (como si se tratara de un descubrimiento científico) que no afectará a la salud de los ciudadanos (faltaría más) porque “son sustancias que solo alivian síntomas”.
Con todos mis respetos, señor Echániz, debe usted saber (entre otras cosas, porque es médico) que algunos síntomas como la “tos”, la “diarrea” o la “acidez gástrica”, son convenientes tratarlos, en algunas ocasiones, aunque solo sea sintomáticamente, para aportar cierto bienestar a quienes los sufren. Por ello, en vez de vender la nueva medida como “un paso muy importante”, debería decir bien claro que solo se busca que los ciudadanos paguen íntegramente unos medicamentos que hasta ahora financiaba el SNS.
Reseñemos para conocimiento del lector que algunos de los medicamentos afectados por la nueva norma son los populares Codeisán, Flutox, Fortasec o Almax, unos fármacos que se seguirán utilizando y que, si bien son económicos, hay colectivos como los pensionistas de rentas bajas que no deberían pagar (o repagar) por ellos ni un céntimo de euro.
Automedicación y sus peligros
También le pediría a los responsables de esta medida que, antes de aplicarla, consideren que muchos pacientes, ante la expectativa de tener que pagar sus medicinas, tanto si van como si no van al médico, optarán por prescindir del facultativo y automedicarse cuando padezcan esos síntomas “menores” (como indebidamente los llamó Ana Mato) que a veces, no lo olvidemos, pueden enmascarar enfermedades que pueden ser graves si pasan desapercibidas y no se diagnostican a tiempo.
Médicos sometidos a presión
Otra consecuencia no deseada de la aplicación de esta disposición será la presión que muchos pacientes ejercerán sobre sus médicos “obligándoles” a que les receten medicinas “que entren en el seguro” para sustituir a las que ahora quedan fuera de financiación.
Como curiosidad reseñaré que, hace algunos años, cuando los antigripales quedaron fuera de la prescripción financiada, muchos pacientes que tenían un resfriado salían de las consulta con varias recetas en la mano (un analgésico, un descongestionante nasal, un antitusivo y/o un antihistamínico, entonces aún financiados) en vez de hacerlo con los Frenadol o Couldina que de pronto tenían que pagar si querían tomarlos. Ni que decir tiene que, además de incómoda, la solución de cambiar uno por varios resultó ser más cara que el ahorro pretendido.
Cambiar medicinas baratas por otras más caras
Algo similar puede ocurrir a partir de ahora con la exclusión de ciertos vasodilatadores utilizados para tratar el deterioro cognitivo que acompaña al envejecimiento. Es muy probable que cuando los ancianos se queden sin sus pastillas, o sus gotas “para la circulación” muchos “empeoren” por “efecto contra-placebo” y exijan a su facultativo que les recete “algo que entre en el seguro y que no tengamos que pagar”. Se ejercerá sin duda una presión psicológica que muchas veces obligará al médico a recetar un preparado, sin duda más moderno pero también mucho más caro.
Excepciones no matizadas
Según declaraciones de la ministra de Sanidad en “ciertas situaciones”, y para “ciertos pacientes”, se seguirán financiando los medicamentos incluidos en el listado que pretenden imponer (textualmente dijo Ana Mato: “Habrá excepciones para pacientes crónicos y otros casos fijados por los médicos”). Pero nada se dice de qué situaciones ni en qué criterios decidirán que unos pacientes paguen y otros no por un mismo fármaco. Nada dijo tampoco la ministra qué estudios científico avalan la incongruencia de que un mismo fármaco pueda ser beneficioso “en ciertas situaciones y para ciertos pacientes” y al mismo tiempo de “dudosa utilidad terapéutica”.
Aclárese, señora Mato
Aclárese señora Mato, que esto no hay por donde cogerlo. La salud es un tema muy serio, sobre todo cuando hablamos de millones de personas que no pueden pagarse un seguro médico privado como el que tal vez usted tenga contratado. Considere que hablamos de unos ciudadanos a quienes un par de euros de gasto en la farmacia les supone mucho más que tomarse un café como algún político se ha atrevido a decir, por supuesto sonriendo como suelen hacer con tanta frecuencia e insolencia.
¿Por qué sonreirán tanto los políticos cada vez que dicen barbaridades o cuando dictan medidas que afectan las clases sociales más desfavorecidas? ¿Qué será lo que les hace parecer tan felices en tiempos de adversidad? ¿Será, tal vez, porque ignoran lo que es tener problemas para llegar a final de mes?
¿Por qué sonreía Ana Mato cuando anunciaba el “medicamentazo” y lo hacía exactamente igual que hace tres años al asegurar que “conocía” la aparición en su garaje de un coche de lujo (un Jaguar) de su ex marido pero insistía en que “no fue un regalo”?
¿Se ríen ustedes de nosotros o solo lo parece?
Colofón
Elaborar un listado de medicamentos, improvisado e impuesto por la necesidad de unos recortes presupuestarios, demuestra hasta donde les importa a los gobernantes la salud de sus conciudadanos, y pone de manifiesto la prisa que tienen los políticos por recaudar, como sea y a costa de lo que sea, todo el dinero posible y, por supuesto, sin autoaplicarse unos sacrificios en la misma medida que ellos los exigen.